Santa Bernardita Soubirous creció con una fe sencilla pero profunda en pleno corazón de los Pirineos. Proveniente de una familia modesta, no tuvo la oportunidad de asistir a catequesis durante su infancia y solo conocía algunas oraciones populares, como el rosario, que solía recitar en familia mucho antes de las apariciones de la Virgen María en 1858.
Cuando Bernardita nació, la parroquia de Lourdes estaba dedicada a san Pedro, el líder de los apóstoles, es decir, la «piedra» sobre la que Jesús quiso edificar su Iglesia. Este patronazgo no es casual: al igual que Bernardita, Pedro era un hombre humilde, un pescador del pueblo, que fue llamado a una misión que lo superaba. Ambos respondieron con sencillez y valentía a la llamada de Dios, pese a considerarse débiles e ignorantes. Así como Pedro fue la primera piedra de la Iglesia, Bernardita nos sigue conduciendo aún hoy hacia la «Roca» de Lourdes.
Vivir un camino de conversión y oración en Lourdes
9:30 h: Viacrucis, solo o en compañía (punto de encuentro en el Centro de información)
11:15 h: Misa en la basílica de Nuestra Señora del Rosario
15:00 h: Confesiones en la capilla de la Reconciliación
16:15 h: Rosario en la Gruta
17:00 h: Procesión eucarística
21:00 h: Procesión mariana de las antorchas
No podemos olvidarnos de ir a «beber y lavarnos en la fuente», tocar la roca y encender una vela por nuestras intenciones personales.
San Pedro y san Juan Bautista, dos pilares de la fe de Bernardita
Tal como lo anunció Cristo, Pedro se convirtió en «pescador de hombres», llamado a echar las redes del Evangelio sobre todas las naciones. No actuaba por sus propias fuerzas, sino movido por el poder del Espíritu y la gracia del llamado recibido. De manera sorprendente, Lourdes se ha convertido también en una gran red de Dios, un lugar donde millones de almas son atraídas cada año, no por grandes discursos, sino por la sencillez, la oración y el testimonio silencioso de Bernardita. A través de la intercesión de la Virgen María, Lourdes sigue siendo una puerta abierta a la fe, un espacio de conversión, curación y paz. Este santuario, humilde como la gruta de Massabielle, continúa hoy la misión confiada a Pedro: conducir los corazones hacia Cristo.

En Bartrès, el pueblo al que Bernardita fue enviada de niña al cuidado de una niñera y al que regresó brevemente antes de las apariciones, la iglesia está dedicada a san Juan Bautista. Este gran profeta, puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, consagró toda su vida a preparar el camino del Señor, llamando a la conversión y la purificación. Murió decapitado por proclamar la verdad, permaneciendo fiel hasta el final. Fue en esta atmósfera de Bartrès, marcada por el silencio de Dios y la soledad, donde Bernardita aprendió a crecer en el abandono. Al igual que san Juan, tras las apariciones, también deseó menguar para que Jesús creciera.
«Nadie puede tomarse algo para sí si no se lo dan desde el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él”. El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar» (Jn 3, 27)



Juan Bautista y Pedro se celebran a finales de junio: Juan el día 24 y Pedro – junto con Pablo – el 29. Juntos forman un hermoso marco litúrgico que nos recuerda que la fe se encarna tanto en la palabra valiente del profeta como en la fidelidad, a veces torpe pero siempre ardiente, del discípulo Pedro.
Bernardita, por su parte, rezaba sin comprender todas las cosas de la fe: rezaba como se respira, es decir, con confianza. No fue ella quien eligió a la Virgen María, fue la Virgen quien la escogió. A través de esta niña pobre, analfabeta y enferma, Dios quiso glorificar toda la sabiduría de los más pequeños.
En este mes de junio, en el que hemos conmemorado el centenario de la beatificación de Bernardita, volvamos nuestra mirada hacia estas tres grandes figuras: san Juan Bautista, san Pedro y santa Bernardita. A través de su vida entregada, su fe vivida en humildad y su fidelidad al llamado de Dios, nos señalan un camino seguro, hecho de oración sencilla, coraje y verdad.
Oración de santa Bernardita
«Sí, Dios mío, mi soberano Maestro, solo en vista de tu Gloria y tu Amor, deseo desprenderme completamente de mi propia voluntad y someterla sin reserva a la Tuya, para así cumplir todos los designios de tu Providencia sobre mí. Por esta razón, te someto, oh, Dios mío, todos los deseos de mi corazón y los reduzco a uno solo: obedecerte y amarte en todo. Atribuiré a esta divina Providencia todos los sucesos y acontecimientos de esta vida, sean buenos o malos, que me ocurran en este mundo, tan pronto estén marcados con el sello de Tu adorable voluntad. Te bendeciré y te daré gracias por la pérdida de mis bienes y de todo lo que me pertenece; por las injurias, los agravios y calumnias a las que pueda verme expuesto; por las molestias y dolores corporales; por las penas y amarguras del espíritu y el corazón. Recibiré todo de Tu mano divina y por tu Amor, convencido de que un Padre infinitamente bueno no puede afligir a sus hijos sino para salvarlos. Dispón de mí, pues, como soberano señor de todo, para la prosperidad o la adversidad, para la enfermedad o la salud, para la vida o la muerte, para el tiempo y la eternidad. Que así sea».